Huella de Carbono



huella de carbono
Una huella de carbono es «la totalidad de gases de efecto invernadero (GEI) emitidos por efecto directo o indirecto de un individuo, organización, evento o producto» (UK Carbon Trust 2008), y es medido llevando a cabo un inventario de emisiones de GEI siguiendo normativas internacionales reconocidas, tales como ISO 14064-1, PAS 2050 o GHG Protocol entre otras. 

Así mismo, la huella de carbono es un certificado en el se que miden las emisiones de dióxido de carbono (CO2) que se realizan en la cadena de producción de bienes, desde la obtención de materias primas hasta el tratamiento de desperdicios, pasando por la manufacturación y el transporte; por lo que es la medida del impacto ambiental que provocan las actividades del ser humano y se determina según la cantidad de gases de efecto invernadero producidos, medidos en unidades de dióxido de carbono.
Con la huella de carbono se pretende que las empresas puedan reducir los niveles de contaminación mediante un cálculo estandarizado de las emisiones que tienen lugar durante los procesos productivos. El certificado de la huella de carbono no es obligatorio, pero muchas empresas están interesadas en que sus productos lleven la etiqueta que certifica los valores de CO2 de sus productos ya que así los consumidores podrán optar por los productos más sanos y menos contaminantes.
La medición de la huella de carbono de un producto crea verdaderos beneficios para las organizaciones. Además, identifica las fuentes de emisiones de GEI de un producto. Esto por lo tanto permite definir mejores objetivos, políticas de reducción de emisiones más efectivas e iniciativas de ahorros de costo mejor dirigidas, todo ello consecuencia de un mejor conocimiento de los puntos críticos para la reducción de emisiones, que pueden o no pueden ser de responsabilidad directa de la organización.



El CO2 proviene de la quema de combustibles fósiles, es decir, sustancias como el petróleo, el carbón o el gas natural creadas en el interior de la Tierra hace millones de años y en las que se acumuló el carbono presente entonces en la atmósfera. Al quemarlos se emite a la atmósfera un CO2 que estaba atrapado. Por tanto, ¿es lo mismo consumir materia vegetal que carbón? No exactamente. El carbón genera nuevas emisiones, mientras que las plantas capturan el ya existente, vuelven a emitirlo cuando se queman y lo capturan de nuevo al crecer. Los combustibles producidos con grano o azúcar o las calderas que queman restos vegetales tienen esa virtud. De ahí su auge.
Con las premisas anteriores, es fácil tomar decisiones en el día a día. La consigna es evitar el gasto superfluo de energía. Y después, intentar que los consumos sean lo más renovables posibles.


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Ante la necesidad de disponer de un criterio objetivo para cuantificar el impacto ambiental generado por la actividad de las empresas, nace la huella de carbono corporativa.

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